Muerte de Atahuallpa

La situación del Inca no cambió, no fue liberado y comenzó a desesperar.  Es posible que esto diera lugar a una orden fatal; el Inca hizo llegar a Rumiñawi, que estaba en las proximidades de Quito, la instrucción de atacar a los españoles con su ejército.

El cacique de Cajamarca denunció el hecho ante Pizarro, que con celeridad y frialdad reunió a su grupo más íntimo y decidió la ejecución del emperador que fue acusado de traición y fratricidio y condenado a la hoguera. Para el Inca esto era terrible pues rompía la tradición de que el cuerpo (momificado) en buen estado garantizaba su vida en el más allá. El día de la ejecución que se hizo en el centro de la plaza de Cajamarca, pidió convertirse al catolicismo y ser bautizado. Lo llamaron Francisco como el conquistador, probablemente lo hizo porque así se libraba de la hoguera. En efecto, convertido el Inca, se le sometió al garrote (se ajusta un cordel al cuello y se le da vuelta hasta ahogar a la víctima).

Se le prodigó un gran entierro.  El único español que podía haberlo defendido porque llegó a apreciar al Inca y se relacionó con él en notables partidas de ajedrez, Hernando Pizarro, fue enviado poco antes fuera de Cajamarca.  Fue un crimen que no se olvidaría y que dejó una profunda huella en la sensibilidad de los conquistados a lo largo de los siglos.

Contenidos Relacionados

Al terminar la conquista sólo existía la clase de los vencedores, o sea los hidalgos, soldados y encomenderos y la de los vencidos, o sea el pueblo indígena. Pronto, por táctica y aun por conveniencia, los españoles reconocieron a las antiguas autoridades incaicas y aimaras dándoles los mismos privilegios que tenían los españoles nobles. Así subsistieron bajo la tutela española los incas principales, los caciques regionales, los mandones etc.; todos ellos eran objeto de atenciones y se les rendía homenaje al igual que a los españoles.

La más alta autoridad jurídica y administrativa en el territorio del Alto Perú, durante los tres siglos de la colonia, fue el organismo conocido con el nombre de Audiencia de Charcas.

El siglo XVI se cierra condos expediciones más: la de Álvarez de Maldonado y la de Tordoya.  El primero entró en 1567 a los territorios de los chunchos por los Andes de Opotari y fundó una ciudad con el nombre de Vierso. Desde ahí envió a Mnauel de Escóbar con ochenta hombres para que internándose en las llanuras efectuarse nuevas fundaciones.

Álvarez de Maldonado fue el explorador que más ampliamente conoció las tierras del norte de Bolivia en su época, recorriendo más de 200 leguas.  Volvió a entrar en la región de los chunchos en 1573, pero su expedición fracasó.

Lorenzo Suárez de Figueroa fue gobernador en 1581. En 1590 fundo San Lorenzo el Real, ciudad ubicada entre Santa Cruz la Vieja y Charcas. Cinco años después, San Lorenzo se traslado a los llanos de Grigota, pasando a ser de la gobernación de Santa Cruz de la Sierra. A su vez, la ya fundada ciudad de Santa Cruz 1561,,, conocida también como Santa Cruz de la Vieja, se traslado a Cotoca (1601 - 1604) por indicación del oidor de la Audiencia, Francisco de Alfaro, quien fue al oriente a pedir cuentas al gobernador Mate de Luna.

En 1556, el virrey Andrés Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete, recibió la noticia de la existencia de una zona sin colonizar, al otro lado de las llanuras, al sudoeste de los Charcas y dentro de su jurisdicción. Con la intensión de poblar estas tierras encarga una expedición al capitán don Andrés Manso Sierra de Leguízamo, quien había estado anteriormente en Potosí y Charcas.

Por provisión del Virrey Don Francisco de Toledo emitida el 22 de enero de 1574, se encarga al Capitán Don Luis Fuentes la fundación de una villa en el valle de Tarija, en los términos y región de los chiriguanos. Fuentes y 45 españoles se pusieron en camino hacia el sur del país; llegados a las faldas del Calama, lugar habitado por los “tomatas”, hicieron un fuerte para contener las posibles acometidas de los chiriguanos.

Desde el año 1542 un núcleo de colonizadores españoles habitaba en el valle de Kjocha Pampa, al lado del poblado indígena de Canata. Diez años más arde uno de los capitanes de Pizarro, Garci Ruiz de Orellana, compró tierras a los caciques de Sipesipe, Achatay y Cosavana y sobre estas propiedades y otras vecinas, por encargo del virrey Toledo, se fundó la Villa de Oropesa el 2 de agosto de 1571. Recibió este nombre en homenaje al título del virrey.