Batallas de Huarina y Xaquisaguana

A pesar del prestigio creciente de La Gasea, la estrella de Carvajal aún no había declinado y después de varias alternativas derrota a su implacable enemigo Centeno en Huarina (1547). Diego Centeno logra escapar del desastre y pasa a engrosar las tropas de La Gasca, el Pacificador a las que se habían unido Benalcázar (quién organizó un ejercito en compañía de Alvarez el oidor para dirigirse al sur a sofiocar las rebeliones en las las guerras civiles del Perú) y Alonso de Mendoza, que antes figuraran en el bando rebelde.

Al cabo de unos meses se dio la batalla decisiva en Xaquiaguana donde fueron derrotados Pizarro y su lugarteniente Carvajal.

Ello gracias a la política de La Gasea, quien logró que de­sertaran de las tropas rebeldes muchos esforzados capitanes; Pizarro y Carvajal fueron presos, juzgados por traidores y ejecutados en el Cuzco el 9 de abril de 1548.

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Al terminar la conquista sólo existía la clase de los vencedores, o sea los hidalgos, soldados y encomenderos y la de los vencidos, o sea el pueblo indígena. Pronto, por táctica y aun por conveniencia, los españoles reconocieron a las antiguas autoridades incaicas y aimaras dándoles los mismos privilegios que tenían los españoles nobles. Así subsistieron bajo la tutela española los incas principales, los caciques regionales, los mandones etc.; todos ellos eran objeto de atenciones y se les rendía homenaje al igual que a los españoles.

La más alta autoridad jurídica y administrativa en el territorio del Alto Perú, durante los tres siglos de la colonia, fue el organismo conocido con el nombre de Audiencia de Charcas.

El siglo XVI se cierra condos expediciones más: la de Álvarez de Maldonado y la de Tordoya.  El primero entró en 1567 a los territorios de los chunchos por los Andes de Opotari y fundó una ciudad con el nombre de Vierso. Desde ahí envió a Mnauel de Escóbar con ochenta hombres para que internándose en las llanuras efectuarse nuevas fundaciones.

Álvarez de Maldonado fue el explorador que más ampliamente conoció las tierras del norte de Bolivia en su época, recorriendo más de 200 leguas.  Volvió a entrar en la región de los chunchos en 1573, pero su expedición fracasó.

Lorenzo Suárez de Figueroa fue gobernador en 1581. En 1590 fundo San Lorenzo el Real, ciudad ubicada entre Santa Cruz la Vieja y Charcas. Cinco años después, San Lorenzo se traslado a los llanos de Grigota, pasando a ser de la gobernación de Santa Cruz de la Sierra. A su vez, la ya fundada ciudad de Santa Cruz 1561,,, conocida también como Santa Cruz de la Vieja, se traslado a Cotoca (1601 - 1604) por indicación del oidor de la Audiencia, Francisco de Alfaro, quien fue al oriente a pedir cuentas al gobernador Mate de Luna.

En 1556, el virrey Andrés Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete, recibió la noticia de la existencia de una zona sin colonizar, al otro lado de las llanuras, al sudoeste de los Charcas y dentro de su jurisdicción. Con la intensión de poblar estas tierras encarga una expedición al capitán don Andrés Manso Sierra de Leguízamo, quien había estado anteriormente en Potosí y Charcas.

Por provisión del Virrey Don Francisco de Toledo emitida el 22 de enero de 1574, se encarga al Capitán Don Luis Fuentes la fundación de una villa en el valle de Tarija, en los términos y región de los chiriguanos. Fuentes y 45 españoles se pusieron en camino hacia el sur del país; llegados a las faldas del Calama, lugar habitado por los “tomatas”, hicieron un fuerte para contener las posibles acometidas de los chiriguanos.

Desde el año 1542 un núcleo de colonizadores españoles habitaba en el valle de Kjocha Pampa, al lado del poblado indígena de Canata. Diez años más arde uno de los capitanes de Pizarro, Garci Ruiz de Orellana, compró tierras a los caciques de Sipesipe, Achatay y Cosavana y sobre estas propiedades y otras vecinas, por encargo del virrey Toledo, se fundó la Villa de Oropesa el 2 de agosto de 1571. Recibió este nombre en homenaje al título del virrey.