El gobierno de Gutiérrez Guerra vivió en la zozobra permanente.
El 11 de junio de 1880 se produjo el último intento por mantener la alianza Perú-boliviana sobre la nostalgia de la confederación del gran prócer Andrés de Santa Cruz. El ministro de RR.EE. de Perú Pedro José Calderón y el ministro plenipotenciario de Bolivia Melchor Terrazas, firmaron el protocolo preliminar para la creación de los Estados Unidos Perú-bolivianos que contemplaba la fusión de los departamentos de Tacna y Oruro, Potosí y Tarapacá, dejaba pendiente la capital y determinaba un Presidente elegido por voto directo con cinco años de mandato. Las circunstancias no permitieron que un proyecto así pudiera siquiera considerarse. La decisión de Chile expresada en 1839 de destruir la confederación era clara y se mantenía vigente, más aún ahora que había vencido militarmente y ocupaba territorios de Bolivia y Perú.
En este contexto llegó la primera reunión de paz propiciada por el secretario de estado de EE.UU. William Evarts. El 22 de octubre de 1880 se reunieron en la goleta norteamericana Lakawana estacionada en Arica. Eulogio Altamirano, Francisco Vergara y Eusebio Lillo por Chile, Antonio Arenas y Aurelio García por Perú y Crisóstomo Carrillo y Mariano Baptista por Bolivia. Chile habló claro. Quería la cesión de los territorios de Perú y Bolivia ubicados al sur de Camarones, un pago de 20 millones de pesos, devolución de bienes chilenos despojados en Perú y Bolivia, ruptura definitiva de la alianza Perú-boliviana y retención temporal de Moquegua, Tacna y Arica. Por lo bajo los delegados chilenos propusieron a Bolivia cederles Tacna y Arica a cambio de la aceptación de las restantes condiciones (hasta mes del siglo, los coqueteos chilenos con Bolivia ofreciendo los puertos peruanos fueron permanentes). Eran condiciones imposibles, la conferencia fracasó. Chile inició la campaña de Lima y en los hechos la mayoría de las exigencias terminaron por cumplirse por la fuerza.